Descripción enviada por el equipo del proyecto. Antiguamente una región de vaqueros, el Medio Oeste de Minas Gerais se ha convertido en un importante polo agrícola nacional. La prosperidad permitió que la segunda generación de una familia ganadera construyera una nueva casa principal para la hacienda, que también serviría como lugar de descanso para los visitantes. La casa original, rodeada por una veranda, era sencilla y fue recibiendo añadidos con el tiempo –como un huerto y un gallinero–, una condición acogedora pero precaria que ya no respondía a las necesidades actuales.
Así, en lugar de un volumen aislado sobre el terreno, se definió una meseta de 28,8 metros de lado, ubicada en el punto más alto de la propiedad, cerca del centro de gestión de la producción y desde donde se despliega el paisaje montañoso, con el amplio valle hacia el este. De extremo a extremo de esta plataforma se extiende una cubierta de nueve metros. El desarrollo económico de la región llevó a la mano de obra local a abandonar los métodos tradicionales de construcción; por ello, además del hormigón armado del piso y la estructura, los arquitectos optaron por paredes pintadas de blanco, vidrio, aluminio y madera. Estos recursos –comunes y populares– ofrecen la oportunidad de demostrar las virtudes de un espacio construido con precisión y sencillez.
La meseta se nivela con el entorno irregular mediante dos extensos muros bajos en sus límites, que trazan la geometría de un patio hundido. Perpendiculares a ellos, las escaleras forman una gradería orientada hacia el pabellón. Bajo su techo, la cocina y la sala se abren al exterior a través de una secuencia de puertas pivotantes. Los dormitorios son núcleos compactos e idénticos que protegen la intimidad, cada uno con acceso independiente. Como parte de este sistema celular, los baños reciben iluminación y ventilación cenital. La cubierta de acero está separada de la losa, creando una cámara de aire que atenúa la amplitud térmica de la región. Sobresaliendo de la casa, como un antiguo campanario, compacto y vertical, se encuentra la sala de máquinas. Los árboles del Cerrado emergen en la modulación del suelo; chorros de agua, embutidos en el piso, añaden una dimensión lúdica al lugar.
En uno de los aforismos de "Grande Sertão: Veredas", el sertanejo dice: «Lo real no está en la partida ni en la llegada: se encuentra en el medio del viaje». La vivienda no existe sin el patio con su topografía única y construida –escalera, torre, muros bajos, árboles, agua…–; es en la experiencia de este espacio donde somos acogidos, en su travesía: al atardecer, la luz baña los volúmenes blancos y marca el hormigón con franjas perfectas que se desplazan con el paso de las horas; de noche, todo desaparece y, sobre nosotros, el firmamento. En la lenta aurora, el ciclo comienza de nuevo. En el refugio silencioso de la arquitectura, desaceleramos y el vasto horizonte se revela.
